Reflexión
Si uno de ustedes quiere construir una torre ¿no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: Este comenzó a edificar y no pudo terminar. Lc 14, 28-30
La vocación es una empresa demasiado grande, ¡y es para toda la vida! Por eso no te puedes lanzar sin antes haber reflexionado seriamente sobre ti y sobre la vida que pretendes abrazar.
Descubre cuáles son tus capacidades y limitaciones. Piensa si podrás vivir las exigencias que implica la vocación –contando desde luego con la gracia de Dios–. ¿En qué signos concretos te basas para pensar que Dios te llama? ¿Qué razones en favor y en contra tienes para emprender ese camino? ¿Qué es lo que te atrae y qué lo que no te gusta de ese estado de vida?
Dios te pide que te comprometas responsablemente en el discernimiento de su voluntad. Quiere que utilices tu inteligencia para buscar tu vocación. Con la luz del Espíritu Santo podrás descubrir lo que Dios quiere de ti.
No pienses que llegarás a tener certeza absoluta de lo que Dios quiere de ti: algo así como tener un contrato firmado por El, en el que te revelara su voluntad. Lo que encontrarás serán signos que indican cuál podría ser el proyecto de amistad que tiene para ti.
Al dar este paso podrás decir: Creo que Jesús me llama. Creo que, con la ayuda del Espíritu Santo, podré responder.
De acuerdo a esto, te brindamos, en este punto, una guía de reflexión que te puede servir como base o como plataforma de salida para hacer tu propia reflexión a la luz de las realidades que, en tu vida cotidiana, vas descubriendo como necesarias y que no puedes dejar pasar sin hacer un adecuado análisis para tener clara tu opción vital.